lunes, 7 de septiembre de 2009

TRASPUESTOS

Aquí os cuelgo uno de mis relatos, el más largo hasta el momento, a ver que os parece el primero de los 8 capítulos que llevo...si conseguís no dormiros, y poner algun comentario, os colgaré el resto...si no, interpretaré que no os interesa.


TRASPUESTOS

Trasponer: Poner a alguien o algo más allá, en lugar diferente del que ocupaba – Dicho de una persona o de una cosa: Ocultarse a la vista de otra, doblando una esquina, un cerro o algo similar - Real Academia Española- Diccionario de la lengua española - Vigésima segunda edición.

Capítulo 1: Silvia

La luna brillaba aquella noche como un sol pálido y demacrado, llevando su luz blanquecina a todos los rincones de la fantasmal ciudad, las estrellas parpadeaban onerosas, intentando arrebatarle el protagonismo en una batalla que aquella noche estaba perdida.

Los terrados, las calles, el mercado, los vehículos del cercano aparcamiento, todo poseía una especial iridiscencia que parecía emanar de la piedra, del asfalto, del vidrio y del metal, multiplicando los rayos lunares y creando una escala de grises y sombras de infinitos matices.

Desde lo alto del techo del camión, Silvia percibió un movimiento apenas insinuado a su espalda, en lo alto del edificio contiguo. Un súbito cambio en la dirección del viento le trajo, mezclado con los penetrantes y embriagadores olores del abandonado mercado, una fuerte presencia hormonal que su felino olfato supo distinguir muy bien, y al que su organismo, de manera inevitable, descontrolada, salvaje, reaccionó bombeando a su sistema circulatorio adrenalina y hormonas, las cuales le hicieron caer al suelo, con el corazón acelerado, la vista nublada, el vello erizado, restregándose la espalda contra el techo de aquel maldito camión, levantando manos y pies hacia el cielo, arqueándose en un desesperado e inútil intento de abrazar la luna, maullándole su desesperación, su furia, sintiendo de nuevo miedo de sí misma y de aquella parte de sí que, una vez más, disfrutaba extasiada con aquel salvaje estallido de pasión.

El macho saltó con elegancia a su lado, disfrutando del efecto su presencia, asustado y excitado a la vez, explorando la manera de aproximarse, y deleitándose en su cercanía. Finalmente atacó, sujetándola fuertemente, en un breve pero intenso abrazo que mitigó en parte la desesperación de Silvia. Una vez estremecidos ambos en un breve éxtasis, saltó sin reflexión al suelo, desapareció silenciosamente en las sombras, dejando tras de si una espesa nube de aroma que permaneció, estática, creando una ilusión de presencia multicolor en los sobreexcitados sentidos de Silvia.

Se incorporó, recogió la tarjeta que su breve visitante le dejó, y decidió que por aquella noche de verano ya era suficiente. Había superado la cantidad que se fijaba para cada noche, y así tendría tiempo para otros planes, que al recordarlos la estremecieron de una manera completamente diferente.

Dio una última mirada al aparcamiento, a los terrados, a las otras ocupantes de camiones, rincones, terrados, que aquella noche no habían tenido tanta suerte como ella, que nunca tenían tanta suerte, pues ella, recordó, era la más felina de todas, la más atractiva de todas, la más…mutante de todas ellas. Su suerte era su desgracia, pensó, mientras saltaba al suelo y se dirigía silenciosamente al pasaje que atravesaba el mercado. Su desgracia que le impedía disfrutar de la compañía de su hija Katten que le hacía tener que vivir en territorio cero, jugándose la vida, prostituyéndose, en la extrema incertidumbre de vivir al día y no saber lo que le depararía el mañana a su pobre hija…pero no pudo evitar sentirse alegre por dentro, pues su desgracia también era su suerte, sin ella nunca habría conocido a Fran, sin ella nunca habría experimentado esa otra vida que hacía palidecer la anterior, que era como comparar una vieja fotografía en dos dimensiones con un holograma a todo color a tamaño natural, algo totalmente incomprensible para quien no pudiera experimentarlo en persona…y entonces ya no habría retorno, como amargamente ella sabía.

Meticulosamente, escondida en uno de los pequeños almacenes soterrados que se abrían en el suelo interior de las paradas del mercado en la zona mutante Sur, tiempo atrás alegres y llenas de vida, ahora cerradas y sin género, malolientes, abandonadas, en tinieblas, fue maquillando sus facciones, recubriendo sus manos, antebrazos, cuello, cara, orejas, con aquella pasta asquerosa pero vital, que le permitía disimular sus mutaciones y poder entrar, brevemente, de manera arriesgada y fugaz, en el mundo humano, en la civilización, allá donde esperaba que su pequeña Katten pudiera forjarse un porvenir, lejos de su desgracia, lejos de su vergüenza, lejos …de ella.

Una vez maquillada, sacó su indumentaria del pequeño escondrijo y se vistió de mujer humana. Que extraño era sentir aquella falsa piel sintética, que la comprimía, le impedía percibir el exterior, la aislaba. Así eran ellos, los no-mutantes, los que se llamaban a sí mismos los humanos, en contraposición a los mutantes, entidades tristes, aislados unos de otros por muros de ropa, de incomprensión, de desconfianza, marcando distancias, jerarquías, órdenes, diferencias, con la finalidad de evitar el contacto y mantener una individualidad egoísta.

Saliendo del mercado por la antaño famosa entrada principal, que siempre estaba abarrotada de visitantes de todas las nacionalidades, y que ofrecía al opulento mundo del pasado productos de todo el globo, dejó atrás las tinieblas y se dirigió hacia el norte, acercándose a uno de los puestos de vigilancia que conectaba ambos mundos, donde dos aburridos guardas no-mutantes alzaron la vista para contemplarla largamente con total desfachatez.

- Alza las manos y separa las piernas, preciosa – le dijo el más bajito al entrar en la cabina de detección – Que hace una mujer tan guapa en un sitio tan peligroso como este – le espetó de nuevo, mientras su compañero manejaba los controles de la cabina – Si buscas emociones fuertes, en un par de horas estoy libre, te apetece dar una vuelta? – Mientras sonaba el esperado zumbido de aceptación, Silvia miró fijamente al guarda, que le sostuvo la mirada un instante, antes de retirarla asustado – Bueno preciosa, tampoco es para ponerse así, si no te apetece pasear… – La puerta de la cabina se abrió con un crujido, y Silvia entró en el mundo humano con paso firme. Alzó la cabeza para distinguir el apenas perceptible campo de fuerza que, a modo de cúpula, cubría aquella larga avenida, El Paseo, que en su extremo inferior era el único punto de conexión del mundo humano con el mar en muchos quilómetros de costa alrededor, y que en aquella zona hacía de estrecha, sinuosa, aparentemente débil pero inflexible frontera entre el norte y el sur del territorio mutante. Una frontera permeable, pues al igual que los viejos cántaros exudaban en su piel humedad para mantener fresca el agua en su interior, la sociedad humana había comprendido la necesidad de permitir el acceso al territorio mutante a determinados humanos sedientos de aventura y experiencias extremas, para mantener la mayoría de su sociedad pura y fresca, manteniendo dichas innombrables prácticas fuera de su interior, en lugares ocultos donde la ley humana no podía llegar. Para ello El Paseo era ideal, pues ya durante eras había sido lugar de encuentro entre viajeros y sus sueños, entre marineros y sus pasiones, entre la soledad, la tristeza y el desasosiego, y quien estaba dispuesto a aliviarlas, mediante todo tipo de servicios, a cambio de aligerar la cartera de manera infalible, rápida y eficaz.

Silvia se dirigió de inmediato a un Terminal público, donde accedió a su cuenta bancaria, ingresando las tarjetas de la noche, murmurando deseos de felicidad a su hija, escribiéndole una breve nota y comprobando que, una vez más, ella no había respondido a sus mensajes, aunque sí había hecho una serie de pequeñas extracciones en la cuenta. – Con todo mi amor, Katten – murmuró, con la esperanza de que, esta vez sí, hubiera respuesta de su corazoncito.

Viendo Paseo arriba una pareja de guardias de élite que bajaban hacia ella, y aprovechando que paraban y pedían la documentación a una pareja de borrachos, cerró la comunicación y cruzó, con apariencia distraída, pero velozmente, El Paseo hasta una garita de salida a la zona mutante Norte, donde vivía hacía ya tanto tiempo.

Los guardas, como de costumbre en ese sentido de acceso, no le dirigieron más que una mirada fugaz, permitiéndole una rápida salida a la zona mutante Norte. El olor allí era espeso, pues soplaba viento proveniente del mar, y traía los aromas de los desechos acumulados allí durante años. Silvia recordó por un momento la playa, donde la llevaban cada verano sus padres a jugar junto a su hermano pequeño Joel, recordó con nostalgia el sol brillante, la suave caricia de las olas y como jugaba con sus padres a perseguir los peces bajo las cristalinas aguas. Ahora la playa era un lugar peligroso, dominado por familias de mutantes acuáticos que la utilizaban como área de caza. El mar se había vuelto tan peligroso tras la revolución mutante, que los humanos no mutantes se retiraron al interior, dejando una franja de seguridad de la costa a los mutantes terrestres, manteniendo únicamente como contacto con el mar algunos puertos muy vigilados y protegidos, como el que existía al final de El Paseo.

Se dirigió a un callejón oscuro, pasando al lado de una antigua fuente, reliquia de tiempos medievales, de cuando la ciudad había estado amurallada y aquel callejón era el camino de entrada al recinto protegido, irónicamente ahora era la entrada a una muerte segura si no se andaba con cuidado. Entró en uno de los portales, antiguo local comercial que una vez vendió todo tipo de ropa. Escuchó, oculta entre las sombras interiores del portal, mientras sus ojos se acostumbraban a las penumbras interiores. Oyó un ligero movimiento a su izquierda, algo diminuto se había movido entre las montañas de desechos de suelo. Tensando sus piernas y arqueando su espalda, localizó la fuente de sonido, y en un rápido salto atrapó con las manos la jugosa rata, a la que mordió de inmediato en el cuello, saboreando su caliente sangre, su palpitante carne, su último suspiro de aliento abandonando su lánguido cuerpo, abandonado a lo inevitable.

Dejó sus ropas en el escondite habitual de la planta subterránea del local, y echó un vistazo a sus reservas de crema maquilladora, mientras roía uno de los huesos de la rata. – Tendré que comprar más crema al maldito bulboso – dijo para sí mientras recogía cuidadosamente todos los restos de la rata para depositarlos lejos en el exterior. Con tanto vampiro rondando, nunca se era suficientemente cauto, cualquier resto de sangre podía ser una pista para atraer sorpresas desagradables, y aquel refugio le gustaba, tenía ropas en abundancia para disfrazarse, y un depósito de agua aún no corrompida que le servía para hacer sus abluciones diarias antes de irse a casa a dormir.

Subió por las escaleras hasta el terrado, y oteó el nocturno horizonte, dominado aún por la luna, su luna, que contemplaba impasible como humanos y mutantes se disputaban el dominio de la tierra, una vez eliminada la mayoría de la biodiversidad tanto en la tierra como en el mar y en los cielos – Bueno, mientras queden ratas, tampoco es tan grave – dijo para sí mientras saltaba al cercano terrado, liberada al fin de las opresoras ropas humanas y en plenitud de fuerzas, con los sentidos aguzados al máximo, detectando cada movimiento, cada sonido, sintiendo su entorno como si ella formara parte íntima de él, saltando de sombra en sombra sin hacer ningún ruido, pegada a las paredes y objetos de su camino, oculta, de manera totalmente instintiva, natural, sin ningún esfuerzo consciente, como si en toda su vida nunca hubiera sido otra cosa más que una gata salvaje y libre.

Aterrizó en el palacete con cierto cansancio, pero al tiempo, con una excitación creciente que la dominaba por momentos. Esta era su hora preferida del día, el final de la noche justo antes del inicio de una tímida alba, cuando más que ver, se intuía una mayor luminosidad proveniente del poderoso astro que reclamaba su trono en el cielo, que había abandonado momentáneamente pero que estaba decidido a recuperar sin piedad.

Descendió las escaleras hasta la segunda planta, la de Fran, y escuchó su difícil respiración a través del pasillo y la puerta del dormitorio entreabierta. Al acercarse percibió su particular olor, único, diferente a todo lo humano o mutante que hubiera conocido, que mezclaba a partes iguales el frescor del sotobosque de encinas y robles mediterráneo, con el particular picor y dulzor aromático de las trufas, de los hongos que maduran entre las sombras y elevan con gran esfuerzo sus setas para emitir sus esporas y reproducirse. Al entrar en el dormitorio lo vio durmiendo en la cama boca arriba, con la cara girada hacia la ventana, el pecho desnudo parcialmente cubierto por una agostada sábana. Su piel era abrupta, torturada, llena de recovecos, salientes y grietas, de colores que oscilaban del blanco marfileño hasta el negro azabache, pasando por una miríada de marrones y ocres que con la escasa luz de la luna tendían a uniformizarse en negro, aún para sus sensibles ojos. El pelo, si podía denominarse así, era un manojo de breves fibras, de escasos filamentos que temblaron con vida propia cuando se aproximó a acariciarlos con la mano.

Fran abrió los ojos – Hola Silvia, siempre tan silenciosa

- Ya sabes que me gusta sorprenderte

- Me sorprenderé el día que dejes de hacerlo

Silvia lo besó con cariño, con extrema delicadeza, mientras de un grácil salto subía a la cama, tumbándose sobre él. Apoyó la cabeza en su pecho, mientras él la abrazaba y suspiraba. En un entorno salvaje, hostil, caótico, de pesadilla, habían hallado su pequeño refugio, su salvación, aunque solo fuera por unos breves instantes cada noche.

¿Porque un Blog?

Buena pregunta, esencialmente, porque darme de alta en Google era la única forma de poder comunicarme con Pau en su viaje a Korea...

Si, vale, de acuerdo, darse de alta no quiere decir que publiques nada...y menos un blog.

Digamos que es un "poyake". Es decir, "po ya ke" tengo una cuenta, voy a probar esto del "blogueo", y de paso, colgare toda una infinita serie de chorradas, comenzando por algun relato...

Relato? Miguel, has escrito algún relato?

Pues sí, más malo que mis partidas de rol (que es mucho decir), pero sí, es un relato...inacabado, por entregas, pero un relato.

A ver si consigo aprender a colgar ficheros, y os lo cuelgo...