Anochecía con un precioso espectáculo de luces anaranjadas y rojas sobre las escasas nubes que dominaban el estival cielo, cuando salieron del túnel subterráneo que recorría El Paseo por debajo, comunicando el puerto con la ciudad humana. Mientras ascendían por la rampa con la moto hacia el último control policial, una humareda proveniente de un barco atracado en el muelle llamó su atención. El barco parecía pura chatarra, con extensos daños en la cubierta y la superestructura de popa, y unas barcazas de bomberos estaban apagando diversos incendios.
- ¿Que barco es ese? – Preguntó Susana al guarda que les revisaba la documentación
– Creo que es el Sol di mare, o algo así, un nombre extraño para un barco japonés, ¿verdad? ¿Que os trae por aquí?
- Venimos a recopilar información para un trabajo del instituto, un trabajo de final de curso.
- Pues venís muy tarde, a las 10 de la noche se cierra el puerto a personal no autorizado. Aquí tenéis un folleto informativo: prohibido cámaras de fotos o vídeo, etc., venga, tomad vuestra documentación. No intentéis remolonear, pues existe un registro de entrada y si no venís a tiempo os iremos a buscar, pero os costará una multa, ¿entendido? ¿Alguna pregunta?
- No, no
- Adelante, podéis pasar.
Las jóvenes avanzaron con su motocicleta hacia los edificios portuarios.
- Susana, ¿ves como estamos en una dictadura? Cuantos controles hemos pasado para llegar hasta aquí, ¿cinco? He perdido la cuenta
- Es normal Kitten, estamos en guerra, y nuestra ciudad depende del puerto, por aquí llega la mayoría de nuestro comercio, ¿faltaste a esa clase o que?
- No me fastidies, es injustificable tanto control. Oye, fíjate en eso
Susana detuvo un momento la motocicleta y miraron hacia el control de entrada, donde indicaba Kitten. Había un coche negro parado en el control, con la puerta del copiloto abierta, y un hombre con americana oscura conversaba con el guarda, que de repente se giró y las señaló con el brazo
- maldita sea, agárrate bien – gritó Susana mientras aceleraba la motocicleta hacia los edificios portuarios del Norte. Entraron en una zona de carga y descarga, y siguieron las señales que les indicaban el camino hacia el mirador, en el extremo norte del puerto, el último lugar donde los ciudadanos podían ir a ver de cerca el mar con cierta seguridad, y donde ambas habían asistido en una excursión organizada por su colegio, hacía años.
Susana vio por el retrovisor que por el mismo camino que habían seguido se acercaba el coche negro, seguido de un vehículo blindado artillado de la guardia portuaria
- Mierda, nos han visto, nos están siguiendo, voy a meterme por aquí
- Susana, ¿sabes donde vas? – Chilló Kitten, mientras su amiga, con un brusco giro a su izquierda, se metió dentro de un almacén, a través de una de sus enormes puertas abiertas. Esquivando montones de cajas apiladas, lo atravesó, saliendo por el extremo contrario, y retrocedió por la calle paralela a la que habían seguido hasta allí, hasta llegar a una esquina, donde se metieron con la motocicleta entre unas cajas.
- Vamos a esperar aquí, a ver si los hemos despistado
- No se porqué tengo la impresión de que te conoces esto un poco, ¿no, Susana?
- Sí, un poco, ya te contaré, ahora silencio
Oyeron pasar los vehículos que las perseguían, alejándose, y a los pocos instantes, voces y sonido de motores acercándose de nuevo, gritándose instrucciones
- me temo que no ha funcionado, vamonos – dijo Susana mientras aceleraba la motocicleta. Siguió por el callejón secundario hacia el Sur, entró de nuevo dentro de un almacén, subió una rampa de carga y descarga, y se fue hasta el extremo del muelle de carga, donde se detuvo, cerca de una ventana que daba al exterior
– ¿ves ese puesto de guardia, Kitten? Es una salida de carga, creo que atravesarlo va a ser nuestra única posibilidad de salvación
- ¿Salvación dices? Estás como una cabra!!! Pero si ese paso lleva a la zona mutante!!! Y hay dos guardias!!!
- Exactamente
- ¿Quieres morir o que?
- ¿Qué prefieres, los mutantes o la policía? Yo he estado de caza por allí con mi padre, conozco un par de escondites donde no nos encontrarán
Kitten se la quedó mirando con cara de sorpresa e incredulidad. No podía imaginarse a su amiga, la niñata pija tonta, cazando mutantes. Sencillamente, no podía ser
- ¿Te crees que eres la única que tiene secretos? Venga, hay que tomar una decisión. Llevo comida y agua para un par de días en la mochila, si nos escondemos, podemos volver más adelante e ir a ver a tu contacto, no creo que ese barco zarpe en el estado en el que está.
- Desde luego, hoy estoy flipando contigo
- Tomaré eso como un sí
Susana rebuscó en su mochila un instante, y sacó una pistola de energía. Aceleró la motocicleta, bajaron al suelo, y acelerando a toda velocidad salió del almacén y se dirigió al puesto de guardia, disparando con una mano a la reja que les cerraba el paso, que reventó en pedazos, mientras manejaba la motocicleta con la otra, dejando a su paso dos guardias asustados estirados en el suelo, donde se habían apartado en el último momento, y cruzando a toda velocidad a la zona mutante por la destrozada reja
- Yujuuuuuuuuuu!!!! esto sí que mola – gritó Susana mientras enfundaba la pistola, y aceleraba la motocicleta dirigiéndola hacia el Norte, por una avenida que antaño había sido un concurrido paseo, y que ahora estaba flanqueado por ruinosos edificios bombardeados durante la guerra. Kitten se abrazaba a la cintura de su amiga con desesperación, con los ojos cerrados, y maldiciendo en murmullos el momento en que había decidido coger aquella maldita caja.
La ciudad estaba bañada con las luces ocres del crepúsculo, cuando llegaron a un edificio de ladrillo rojo que aún se mantenía bastante en pie, situado en el lindero de un parque abandonado – es aquí, es un antiguo museo – comentó Susana a su silenciosa amiga. Desde que habían cruzado la valla no se habían dirigido la palabra, sumidas en sus pensamientos – no te preocupes, que se lo que hago – dijo intentando tranquilizarla.
Entraron empujando la motocicleta por una puerta lateral, que las llevó a una sala grande, donde los huesos de un enorme cetáceo colgaban del techo. En las paredes había una serie de vitrinas con animales marinos disecados: tortugas, delfines, miríadas de peces les observaban con sus ojos vítreos, inmóviles. Todo estaba lleno de polvo, pero no se detectaba ningún desperfecto
- Mi padre me dijo que este museo tiene algo que repele a los mutantes, no entran aquí, quizás sean los animales muertos.
- No me extraña, a mi me dan muy mal rollito estos bichos disecados
- Vamos al piso de arriba, allí tengo algunas sorpresas más
- Me estoy cansando de tus sorpresitas. Te sigo
Dejaron la motocicleta apoyada en una pared, oculta con unas lonas, y subieron al piso de arriba por unas amplias escaleras dobles que subían haciendo zigzag.
- Kitten, deberías estarme agradecida, te he salvado de la policía, y aún tenemos una oportunidad de hacer la entrega. No te entiendo
- Discúlpame Susana, estoy pagando contigo mis propios errores. No debería haber cogido esa caja, no debería haberme complicado la vida de esta forma, ni habértela complicado a ti también.
- Yo he tomado mis propias decisiones, no te preocupes por mí. Anímate, que a lo mejor hasta podrías ver a tu madre, ¿no?
- Mi madre. Hace muchísimo que no la veo, de hecho ni le respondo a sus mensajes, porque tenía miedo de que la identificaran como mutante.
- Pues escríbele ahora, dile que estás en su zona, a lo mejor podríais veros.
- Tienes razón, lo haré – dijo Kitten animada de nuevo
En el piso de arriba había una sala más pequeña, con una puerta cerrada con cadenas al fondo. La sala estaba llena de vitrinas de madera y cristal, como la sala inferior, esta vez con una serie de mamíferos disecados: monos, zorros, lobos, linces, etc.
Susana se dirigió al fondo, a la puerta cerrada que conducía a la otra cámara, y sacó una llave de los múltiples bolsillos de sus pantalones, abriendo la cadena. Entraron en una habitación amplia bañada por la luz del crepúsculo que entraba a través de dos grandes ventanales. Las vitrinas que contenían diversas aves disecadas habían sido arrinconadas en una esquina, quedando un gran espacio diáfano donde había cajas con víveres, otras cajas con aspecto de suministros militares, dos enormes bidones con agua, baterías amontonadas en un rincón, y dos literas dobles con colchonetas y sacos de dormir de campaña. Un suave pero persistente aroma a ajo flotaba en el ambiente. Kitten se quedó mirando fijamente a Susana, mientras esta cerraba de nuevo la puerta con la cadena.
- Ya te dije que he venido a cazar con mi padre, y algunos amigos suyos. Son aficionados a la caza, y todos han perdido algún familiar por culpa de los mutantes, todos quieren venganza. Ya sabes que a mi tío lo mataron los mutantes en el frente.
- En guerra hay bajas por ambos lados, esa no es excusa para asesinar fríamente, o peor aún, cazarlos como si fueran alimañas
- ¿y que hacen ellos con nosotros? Nos tratan como animales de granja, se alimentan de nosotros
- No todos!!! Podrías haber matado a mi madre
- No se que tipo de mutante es tu madre. Nosotros cazamos vamps y ratombres, lo peor de lo peor.
- Mi madre es una gata. Kitten quiere decir gata en Sueco, mi padre era sueco. Murió hace años, siendo yo bebé, al principio de la revolución, durante los disturbios, intentando protegernos a mi madre y a mí. La policía vino a buscarnos a casa, pero corrió la voz de que mi madre se había infectado, de que era mutante, y una turba de gente loca vino a casa a por nosotros, apartaron a la policía y asaltaron el bloque de pisos. Nos salvamos gracias a mi padre, que nos bajó en el montacargas al aparcamiento, y nos escondió en su furgoneta, mientras él huía con el coche familiar, para despistarlos. Lo atraparon dos calles más allá, y con la frustración de no encontrarnos, lo apalearon para que nos delatara, hasta la muerte, sin que la policía hiciera nada por detenerlos. Nosotras huimos aprovechando la confusión, y vivimos un tiempo en casa de una amiga de mi abuela hasta que se inició la guerra, y mi madre tuvo que huir a la zona mutante. Entonces mi abuela me cuidó hasta que cuando yo tenía 13 años murió, y desde entonces me he cuidado yo sola, he vivido en la residencia para que no me pudieran relacionar con mi madre, aunque se que está viva pues me hace ingresos periódicos en una cuenta bancaria.
- Vaya, no lo sabía, lo siento. Siempre has sido muy reservada, ahora lo entiendo mejor. No quería ofenderte con mis palabras, pero en mi familia está arraigado el odio a los mutantes. Yo no los odio tanto, pero desde luego no puedo dejar de pensar el daño que han hecho a la humanidad y a nuestro bienestar, en que si desaparecieran el mundo volvería a ser nuestro.
- Ellos no han elegido ser como son, es una enfermedad, ¿no lo entendéis? Mi madre fue de las primeras infectadas, trabajaba en el laboratorio farmacéutico donde dicen que se inició todo, era ayudante de laboratorio hasta que todo se vino abajo. Mi abuela me contaba historias que me hizo prometer que no repetiría.
- ¿Qué historias? – dijo Susana, mientras abría una de las cajas, y repartía dos sándwiches, sentándose en una de las camas – siéntate y explícate mejor, no tenemos prisa.
- Bueno, supongo que ahora ya no importa. Me has salvado la vida, así que te debo una explicación. Tampoco creo que tengan mayor importancia, son historias de abuela. Mi abuela me contó que mi madre conocía a Fran Jové, que trabajaba con él en su laboratorio antes de la revolución.
- ¿El científico que trajo la desgracia? ¿El que inventó el gen mutante?
- Sí, aunque según ella, no tuvo más que mala suerte, estaba investigando en otra cosa y por accidente el experimento fue mal y surgió una mutación inesperada. Él fue el primero en ser infectado, estaba probando un experimento en sí mismo cuando las cosas no fueron bien.
- Es el criminal más buscado de la historia de la Humanidad, no me extraña que fueran a por tu madre si ella podía saber donde se encontraba. Lo extraño es que en todo este tiempo, no te hayan molestado a ti.
- Ahora que tengo un poco más de perspectiva, viendo lo que ha pasado estos últimos días, creo que siempre he estado bajo vigilancia. Creo que esperaban poder obtener alguna información a través mía o de mi madre, y que han decidido que este es el momento.
- Por no mencionar la caja – se quedaron un momento en silencio, observando la mochila de Kitten. Finalmente ésta la abrió y extrajo la misteriosa caja, depositándola sobre la cama, entre ambas.
- Escríbele a tu madre, dale las coordenadas que ahora te voy a buscar en mi localizador para una cita esta noche, no me fío de revelar nuestro refugio, su correo puede estar siendo vigilado. Dile que tenga mucho cuidado, podemos tener asistentes inesperados a la cita.
- Mi madre siempre tiene cuidado- dijo Kitten mientras abría su portátil.
Increible!!!
Hace 9 años